“Entonces el Señor dijo a Caín: ¿Dónde está tu hermano Abel? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo acaso guardián de mi hermano?” Génesis 4:9.
“no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.” Filipenses 2:4
El primer texto está en el contexto del primer asesinato del relato bíblico cometido por Caín, hermano mayor quien debía cuidar y proteger a su hermano menor Abel. Un asesinato en esencia por envidia ante el favor de Dios sobre Abel.
El homicidio es la expresión más radical de la ruptura de la fraternidad en la raza humana, de la insolidaridad y la negación más absoluta de los mínimos derechos del otro, es la expresión del egoísmo que no piensa en el cuidado del hermano. Actualmente estamos enfrentando la crisis del COVID19 [1] en nuestro país, y de nuevo surge la pregunta que formuló Caín a Dios, la que expresa el rechazo de la solidaridad y cuidado del prójimo, la que muestra la negación del amor al hermano que se expresa en cuidado «¿por qué me preguntas por mi hermano, no es mi problema, por qué crees que yo debo saber y preocuparme por él?»
Creo que nuestra sociedad en gran medida ha asumido el cainismo (las ideas de Caín) «solo debo preocuparme por mí, nadie más debe ser objeto de mi amor y mi cuidado al punto de que no me importa si muere otro, o al extremo de no importarme matar si se interpone en mis planes o deseos de gloria y reconocimiento». En fin, ante esta situación que vivimos por este virus, debemos como creyentes meditar cómo responder a la pregunta “¿Dónde está tu hermano?” ¿Cuál será nuestra respuesta? ¿La que exprese amor o la que exprese egoísmo? ¿Cuidar de mi hermano o matar con mis actos de violencia (física, verbal, moral o espiritual)? ¿Matar con la indiferencia ante el dolor de los demás y a las necesidades de nuestros hermanos más pequeños? Creo que este reto de esta enfermedad nos enfrenta contra lo peor de nosotros mismos ¡nuestro egoísmo!, contra la idea de no salirme del camino para ayudar al necesitado porque tal vez me contamina, como la parábola del Samaritano, porque todos sabemos que ayudar en estas situaciones nos puede costar recursos e incluso la vida, -esto último sobre todo a los valientes médicos que están en la primera línea de la batalla arriesgando la vida, debemos pedir por ellos, orar por ellos- pero también debemos pensar en nuestra responsabilidad personal de ayudar de todas las formas que nos sean posibles.
Entramos a la máxima paulina de la solidaridad que imita a Cristo, “no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros”, el contexto de este verso está en los conflictos originados en la Iglesia por el partidismo, de nuevo un problema propio del corazón humano, el egoísmo de ver primero por lo mío y dejar de lado al resto, mis intereses, como lo que tristemente estamos viendo en la conducta social de estos días, «yo compro todo lo que pueda, acaparando todo lo que pueda sin pensar en el otro, sin recordar al hermano (prójimo), sin entender que lo que al otro le pase o le falta también me afecta a mí», o el pensamiento de cada uno de los sectores sociales que solo piensa en termino de sus propios intereses. Conflicto que no les permite la acción conjunta para afrontar la situación, ¡Cuánto nos cuesta salir de nosotros y nuestro egoísmo para ayudar y ayudarnos!
Y él respondió: No sé.
Es claro que sí sabía lo que había sido de su hermano pues acababa de matarlo con sus propias manos, pero no estaba dispuesto a asumir su culpa, ni su responsabilidad por el hecho, así que creyó que una negación universal de desconocimiento lo exoneraría, pero hoy vemos la misma forma de pensar, frente a las preguntas ¿Qué haces y qué estás pensando cuando actúas con otros? la respuesta de la indiferencia es «ah yo no sé», que es en esencia la indolencia que sería mejor expresada en «a mí no me importa el otro, me importo yo y solo yo» el pensamiento de Caín.
Este egoísmo se convierte en violencia que mata, sea directa o indirectamente, siendo irresponsables en el cuidado del otro puesto que vivimos en una sociedad donde cada acto personal tiene una resonancia social.
Hoy tenemos como personas y como sociedad en esta situación de este virus, la responsabilidad de elegir la opción por el egoísmo o la opción de la fraternidad, a lo que nos llama el Evangelio lo expresa Pablo en estas palabras de la misma carta a los Filipenses:
“Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, 2 completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. 3 Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo;4 no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. 5 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús” (énfasis añadido)
Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, este es el llamado del Evangelio. No imitar a Caín sino a nuestro hermano mayor: Cristo Jesús, quien no pensó en Sí mismo, sino también en nosotros, dio su vida en sacrificio por nosotros, es este amor sacrificial al que estamos llamados a imitar, cuidando los unos de los otros como expresión de nuestro discipulado (imitación a Cristo), tomando en este caso -por amor y no por temor- todas las medidas para cuidar a mi hermano, tanto en el plano físico como en el plano espiritual, así que a la pregunta de Caín respondemos: «Sí somos guardas de nuestro hermano, porque así lo aprendimos de nuestro hermano mayor Cristo.»
De
su hermano, Pastor Oduver Miranda Benitez.
[1] 19 de mar. de 20.